domingo, 11 de noviembre de 2012

In Memorian @El Pais


Me resulta imposible describir lo que siento en 140 caracteres. Soy periodista, nací periodista y moriré periodista.
Gracias a los 129 y gracias a los quedan.

Ser periodista es más que un empleo... es AMOR con mayúsculas a una profesión donde las palabras te salen de las entrañas. Nadie más en este mundo y ni en el otro te comprenderá si no es compañero de batallas, ruedas de prensa, de 15 horas en la redacción, de teletipos, de tweets... No somos endogámicos, somos hermanos y el periodismo es nuestra familia.
Por eso, cuando un padre es abofeteado, masacrado, humillado, y finalmente, le amputan 129 hijos, nos duele a todos.

Siempre fue el espejo donde nos mirábamos buscando cada día parecernos a él, seguir sus pasos con el manual de estilo en la mochila de la universidad. Mirad, nos decían, esto es periodismo y ellos son periodistas, a quiénes un día, si tenéis suerte y talento, llegaréis a seguir sus pasos. Pero ayer se bombardeó la redacción, destruyeron la carretera, y 129 combatientes fueron licenciados sin más medalla al mérito que 20 días por año trabajado con un máximo de 12 mensualidades.  Con pagarés. ¿Ese es el pago a una vida entera dándonos sus horas con el firme propósito de hacernos más demócratas, más plurales? No es justo. Es más, es despreciable.
¿Nadie recuerda el papel que jugó y jugaron en la transición española? Parece ser que no.

Hoy en los boletines titulan: se ha bombardeado el Jerusalén del periodismo en España.

Soy agnóstica, han bombardeado mi credo. Me sangra el alma. Soy periodista.

martes, 11 de septiembre de 2012

Perdidas

La vida nos enseña que siempre estamos aprendiendo. Ante la primera perdida nos enfrenamos a ella perdidos. Caminamos bajo la neblina sin una mísera brújula que nos guíe o un cartel de seguridad que rece: EXIT. Somos como un bebe pequeño ante su primera experiencia con el fuego de una cerilla, en la que descubre que el fuego quema y hiere. O como un niño que sube al árbol sin cuidado y descubre que la caída puede romperle un brazo. Así que seguimos viviendo sin la receta, sin la tirita o la pomada que nos calme el dolor. Sin embargo, ante la segunda, la tercera o la cuarta perdida… hemos aprendido que pomada funciona mejor para las quemaduras, o que componente químico tomarnos para ese dolor, o que tirita usar para los cortes. Al final, la única diferencia es que seguimos andado. El dolor ya no nos para, no nos tumba, no nos amordaza, no nos deja sin aliento. Simplemente aprendemos a vivir con la herida sangrando, esperando pacientemente a que los remedios la hagan cicatrizar lo antes posible.